En gran medida, los vinos gallegos están alcanzando progresivamente una excelente reputación de calidad y de diferenciación, lo que les permite cada vez más disponer de una posición de partida útil para enfrentarse a nuevos retos comerciales. No obstante, tienen dos grandes problemas a superar; por un lado, la escasez de producto, pero sin duda, el gran problema es ,para buena parte de las bodegas, lo limitado de su tamaño como empresa.
Los que vivimos el día día de la exportación y la internacionalización de las empresas somos bien conscientes de que el tamaño mínimo de una estructura de exportación medianamente consolidada es difícil que pueda realizarse por un importe anual inferior a los 120.000 €.. Se trata de disponer de un equipo propio y mínimo tal vez de una persona plenamente dedicada al Comercio Exterior y un cierto apoyo administrativo y de gestión (con idiomas) con su presencia física en los mercados de destino, su capacidad de asistencia a eventos presentaciones etcétera.
Sin embargo, somos conscientes que para pagar esa estructura hace falta cifras de venta, capacidad productiva y tamaño de empresa difícil de encontrar en una gran parte de nuestra estructura empresarial vinícola.
Digamos que la solución tradicional, la que abordan la mayor parte de las empresas, no va ni puede ir por ese camino. Se buscan soluciones dentro de lo que se entiende posible, es decir, actuando de forma limitada, compartiendo los tiempos necesarios para la gestión del negocio y dedicación al mercado nacional con los deseos de una exportación que se pretende sea adecuada y creciente.
El resultado, una exportación simbólica y muy poco rentable, y que hace ineficiente cualquier esfuerzo de promoción exterior , tanto privado como especialmente desde las entidades públicas.
¿Qué solución cabe? Soy de la opinión de que hay que realizar plataformas conjuntas, que dispongan de capacidad comercial, de gama de productos de calidad, que resuelvan con facilidad los temas de transporte y logística para profesionalizar la actividad exterior y hacer que realmente se convierta en un canal permanente de posicionamiento del vino gallego de calidad en los mercados exteriores.
El sector se merece hacer las cosas bien.
Y no vale decir que la experiencia previa no haya sido satisfactoria. Hoy se conocen técnicas y procesos ciertamente rigurosos pues el mercado dicta sus reglas y hay que respetarlas, pero el camino es conocido y el esfuerzo merece la pena. Hay en principio una lógica de creación de una plataforma común entre diferentes empresas, que se basa en principios simples pero ineludibles:
- Estructura común.
- Filosofía y objetivos comunes y aceptados.
- Gestión diferenciada y profesional.
- Respeto absoluto a las decisiones colectivas.
Lo importante es hacer las cosas bien, olvidarse de posicionamientos individualistas y saber que la fuerza de la cooperación puede hacer que el vino gallego ocupe en el mercado internacional de calidad el posicionamiento que merece, con imagen, con marca y, sobre todo, con rentabilidad y futuro
Jesus Albizu 2018